Una funcionaria del Bienestar Familiar, hace 35 años, en un intento por organizar el caos de la desaparición de 26 mil personas en Armero y la multiplicación de niños sin cuidador, abrió un registro que el gobierno consideró reservado hasta ahora, que una organización lo obtuvo confidencialmente.

El libro no tenía las constancias de los niños adoptados por parejas extranjeras, como se esperaba, pero sí los recuerdos de una época trágica y los esfuerzos que, a pesar del desorden, alguien hizo en el gobierno para disminuir el daño de la tragedia en la infancia.

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