El fin de las guerrillas y la ausencia del Estado en los lugares donde estaban provocaron la explosión de organizaciones criminales que, además de cobrar vidas y tranquilidad humana, derivan en ganancias millonarias con la destrucción del medioambiente.
La minería ilegal de oro ha destruido los lechos de los ríos y ha intoxicado sus aguas con niveles peligrosos de mercurio, los cultivos ilícitos han secado las laderas de las montañas y los incendios de la selva -para haciendas ganaderas- han aportado una cuota importante en la destrucción y la crisis climática.